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Fragmento de un diario (fragmento)

 

Antes de que el conde tuviera influencia política, la vida era llevadera, el sustento no faltaba, el espíritu de los pobladores permanecía tranquilo.
   Me encuentro negado por la ciudad, no puedo salir sin sentirme amenazado, en cada esquina parecen esconderse, ávidos de nosotros, que no hacíamos más que vivir aquí, cumpliendo la labor de un ciudadano honesto.
   Hace tiempo que no veo a familiares o amigos, recuerdo los momentos buenos en la taberna. Me pregunto cómo estarán.
   Mi casa en penumbra parece lejana, amenazada por figuras fantasmagóricas que instan al resguardo y a la expiación, a menos que uno quiera el destino de los forasteros que vinieron ajenos a lo que ocurría. Fue inevitable que perdieran su alma engañados por los vástagos libertinos del conde.
   Intenté persuadir a un viajero para que fuera a una posada a refugiarse hasta el amanecer y abandonara la ciudad cuanto antes. No me escuchó, fui ignorado, insistió en cruzar la ciudad al anochecer, a pesar de mi advertencia que predicaba la vigilancia de centinelas oscuros. Temo que le haya ocurrido lo peor.
    Dejar que la ciudad se apague, sea invadida por la oscuridad, se extiende lenta, nadie parece notarlo. El conde logró el consentimiento del gobernador, cuya mente nebulosa concuerda con sus consejos...

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