El umbral (fragmento)
De todas las casas visitadas fue la que más le gustó por cierto aspecto que a otros les parecería lóbrego. El día que la compró sintió que era su mejor inversión, distó de todo lo que podría haber adquirido. Le agradaron las ornamentaciones que daban un aspecto antiguo, los espacios bien distribuidos, sin embargo, lo perfecto era la galería; un rectángulo áureo, arcadas de medio punto en un estilo mediterráneo, a los lados, columnas en relieve, capiteles y basamentos de formas geométricas que se sucedían, rostros o flores.
Allí vivió seis meses, conocía todos los lugares de la casa, pero siempre tuvo curiosidad por la torre. La contempló por primera vez desde el patio, el mismo día que la compró.
El vendedor comentó todo lo que debía saber respecto a la residencia, la torre no fue algo que obvió.
—Estuvo desde siempre —dijo en el patio, puso la mano pesada en su hombro, incentivando a caminar en dirección contraria a la torre—. Está vacía. Knolae, el dueño, perdió a su hijo debilitado por una enfermedad, según los rumores, decía que algo en la torre no le permitía dormir. Después de eso quiso venderla, unos compradores vinieron, cuando hablaron acerca del el precio Knolae se encolerizó, dijo que ningún costo sería suficiente. Se volvió huraño, obsesionado con la torre. Llegó a la locura de matarse saltando desde la cima. Ni se le ocurra acercarse.
Sacó un pañuelo del bolsillo, se secó la transpiración de la frente y el cuello grueso.
El relato lo llenó de curiosidad y asombro.
Oscureció, el vendedor hizo una última observación antes de despedirse en la que destacaba el diseño de la galería, la mejor entre todas las que estaban en venta.
Una tarde, sentado en la galería, apreció el patio, el césped anaranjado resplandecía. Observó la torre; tenía forma de prisma triangular, contorneada por molduras, unas más grandes que otras, los marcos de las ventanas, superpuestos, continuaban en perspectiva hacia dentro, grabados escalaban en espiral hasta la cima suscitando misticismo, la base descansaba sobre cinco escalones a cada lado, la maleza crecía pegada a los muros ennegrecidos por las lluvias...